viernes, 16 de noviembre de 2012

Defensa de la poesía, siempre necesaria


Hace poco leí una carta abierta de un poeta al presidente de Francia. En un contexto ajeno al mío, un círculo de poetas ve amenazado su proyecto de difusión y lectura de poesía. Por suerte, no todo es cuestión de contextos, y la distancia geográfica suele verse respondida por cercanías de otra naturaleza. Por esas felices cercanías, traduje para la Primavera de los poetas la carta abierta de Francis Combes. Aquí va.

Carta abierta a François Hollande

Sr. Presidente,

De varios lados nos llega información preocupante acerca de la vida cultural y, sobre todo, del lugar de la poesía en la Francia de hoy. La más reciente, y una de las más preocupantes, se refiere a la Primavera de los poetas. Todos conocemos el papel que ésta desempeña hace muchos años para que la poesía viva, se exprese y se difunda en todo el país.

El Ministerio de Educación, que siempre ha contribuido al funcionamiento de esta asociación, ha reducido en 60.000 euros la subvención que le asigna. Esto pone a la Primavera de los poetas en gran dificultad. Se invocará, sin duda, los tiempos difíciles y la necesidad de ahorrar dinero... Pero, por el momento, esta política parece estar desigualmente repartida. ¿Será que en el seno del gobierno (y en particular en el Ministerio, cuya misión es la educación de la juventud) la poesía es considerada un lujo, un suplemento espiritual del que la mayoría de nuestros ciudadanos podría prescindir sin mayores daños? Si este fuera el caso, sería un grave error.

La poesía no es solo un juego de palabras, aunque esta dimensión lúdica forme parte de sus posibilidades. Y si es un juego, es vital, como es vital el juego para el desarrollo de la infancia y la capacidad de crecimiento. La poesía es la manifestación de la facultad humana de “habitar el mundo”, de hacerlo suyo, de abrirse a los otros, de sentir más vivamente lo real al tiempo de soñarlo, de transformarlo por vía de la imaginación. Es, sobre todo, una lucidez sensible, una de las más altas formas de la conciencia.

Un pueblo sin poesía es un pueblo sin sueños.

Ya en 1948, en un texto titulado “La función poética”, Pierre Reverdy escribía: “No, la poesía no es esa cosa inútil y gratuita de la que podemos prescindir fácilmente. Se halla al principio del hombre, y echa sus raíces en su destino. (...) Es el acto mágico de transmutación de lo real exterior en lo real interior, sin lo cual la humanidad jamás podría haber superado el obstáculo inconcebible que la naturaleza le oponía.”

Atentar contra la función poética, que tiene mucho que ver con la esencia de la libertad humana, la cual consiste en no resignarse a lo real tal cual es, sería ir pendiente abajo, en una dirección marcada por nuestra sociedad que considera a hombres y mujeres consumidores y no productores, clientes de un imaginario sin imaginación, y no autores de sus vidas y su futuro. Esta pendiente tiende a hacer de los pueblos una simple población pasiva y manipulable. Reducir la cultura, aquí y ahora, como ayer y en todos lados, implica siempre allanar el camino para la estupidez y el fascismo.

Este carácter necesario de la función poética me parece evidente, de manera particular, en tiempos de crisis, como la que estamos viviendo ahora. Cuando más y más aspectos de la vida social empujan hacia la resignación ante aquello que se percibe como inevitable, el poema aparece, a los ojos de muchos, como “una salva contra la costumbre” (para retomar expresión de Henri Pichette), una insurrección contra la vida mustia y una acción aparentemente modesta pero valiosa para imaginar el mundo. ¿No es lo que más falta hoy en día, la capacidad de soñar el futuro y la transformación del mundo? El viejo lema de Rimbaud, “cambiar la vida”, es siempre el programa de los poetas del mundo entero.

En mi opinión, no hay poesía posible sin utopía. Esta también es, a mi modo de ver, una de las razones del éxito de numerosas manifestaciones poéticas, como la campaña de carteles de poemas en el metro, de la que me ocupo con Gérard Cartier hace quince años, la Primavera de los poetas y las diversas ferias y festivales involucrados en el renacimiento de la vida poética en Francia.

He de añadir, por ser invitado regularmente a festivales en el extranjero, que a veces tengo la impresión de que la poesía francesa es mejor reconocida fuera de nuestras fronteras que dentro de ellas. Lo confirman la ausencia de la poesía en los medios masivos, su marginación de la industria y del comercio del libro y, ahora, en los recortes presupuestarios, de los cuales es el blanco.

Una política de izquierdas digna de ese nombre debería, por el contrario, comprometerse a cultivar la pasión por la cultura, el conocimiento y las artes, promover el pensamiento crítico, la cercanía con lo real  y la capacidad de soñar despiertos.

Por esa razón, señor Presidente, le pido que discuta con su gobierno la posibilidad de restablecer el subsidio a la Primavera de los poetas y apoyar la multiplicación de iniciativas a favor de la poesía.

Atentamente,
Francis Combes

Traducción: Cristina Burneo


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