La boca de la ballena quedó abierta y vacía. Ahora que leo esa frase de hace tres años, no sé si me hallaba a la expectativa de una entrada o de una salida. La boca, umbral, puede enunciar, sacar, quedar en suspenso, en el silencio. También recibe. Y como umbral, aguarda. No espera, porque no hay certeza, sino que aguarda -Jorge Aguilar Mora me hacía ver esa diferencia una vez. "Aguardar" es un verbo hermoso, porque lleva en sí la incertidumbre-.
La boca de la ballena aguarda. Durante este último año, le ha ido llegando una pulsión desde adentro, en un itinerario que va de la garganta hacia afuera, pero que distribuye su energía, también, hacia las manos. Escribo todo el tiempo, y mucho, pero no en desorden, y no en fragmentos. Esta pulsión, que venía alimentándose a partir de lecturas, pensamientos sueltos e impulsos, se convirtió en deseo al leer un breve fragmento de "Nouvelles du jour", de Robert Walser.
Fue una línea. Estaba sentada en el Mokafé, a donde iba con frecuencia mientras hacía una búsqueda de documentos en la Biblioteca Real de Bruselas. A veces, antes de sentarme en el café, pasaba por Tropismes, una librería impresionante, y me buscaba algo corto, bueno y de menos de 10 euros para leer en una sentada.
Mientras leía a Walser esa tarde, pensaba en que hubiera debido ser más diligente y armarme un paseo a algún lugar desconocido de la ciudad. Pero no tenía ganas de aprovechar el tiempo. Más bien lo quería perder, quitarle utilidad y bajar el ritmo. Y por eso quería leer algo que no tuviera nada que ver con mi trabajo, aunque todo, siempre, tenga algo que ver con algo.
La lectura ha traído consecuencias permanentes y felices a mi vida. Me ha convertido en traductora, editora, profesora, correctora, subtituladora y ratón de bellísimas bibliotecas que nunca pensé que iba a pisar. Todo como consecuencia de ese placer silencioso y casi secreto -nadie se puede imaginar siquiera los mundos en que un lector anda metido al verlo, ojos en la página/pantalla, en un metro, en una sala de espera o en una parada de bus-. Leer le ha dado sentidos a mi cotidianidad durante casi toda mi vida. Esas derivas le han dado forma a mi circunstancia y, ahora, me llevan a buscar una nueva. Walser me dio la pista:
..."tentativa de ahondamiento en lo cotidiano".
Mirar lo cotidiano y hurgar en sus capas superficiales y aquellas no tan a la vista; intentar dar forma a algo que, en su fugacidad, se le resiste. Para Walser, el género para hacerlo era el feuilleton. No se trata del género francés, sino del alemán: "La palabra feuilleton, en los países de lengua alemana, designa también una forma de crónica que florece en dicha sección con el cambio de siglo: un género literario extremadamente abierto o subjetivo, que a primera vista no se define sino por su brevedad y por su lugar específico en el diario" (Peter Utz, en el prólogo a "Nouvelles du jour" que encontré en Tropismes, en edición de bolsillo de Zoé, Ginebra). Del diario al blogueo.
Y como el folletinear debe hacer honor a la brevedad...
La boca de la ballena aguarda. Durante este último año, le ha ido llegando una pulsión desde adentro, en un itinerario que va de la garganta hacia afuera, pero que distribuye su energía, también, hacia las manos. Escribo todo el tiempo, y mucho, pero no en desorden, y no en fragmentos. Esta pulsión, que venía alimentándose a partir de lecturas, pensamientos sueltos e impulsos, se convirtió en deseo al leer un breve fragmento de "Nouvelles du jour", de Robert Walser.
Fue una línea. Estaba sentada en el Mokafé, a donde iba con frecuencia mientras hacía una búsqueda de documentos en la Biblioteca Real de Bruselas. A veces, antes de sentarme en el café, pasaba por Tropismes, una librería impresionante, y me buscaba algo corto, bueno y de menos de 10 euros para leer en una sentada.
Mientras leía a Walser esa tarde, pensaba en que hubiera debido ser más diligente y armarme un paseo a algún lugar desconocido de la ciudad. Pero no tenía ganas de aprovechar el tiempo. Más bien lo quería perder, quitarle utilidad y bajar el ritmo. Y por eso quería leer algo que no tuviera nada que ver con mi trabajo, aunque todo, siempre, tenga algo que ver con algo.
La lectura ha traído consecuencias permanentes y felices a mi vida. Me ha convertido en traductora, editora, profesora, correctora, subtituladora y ratón de bellísimas bibliotecas que nunca pensé que iba a pisar. Todo como consecuencia de ese placer silencioso y casi secreto -nadie se puede imaginar siquiera los mundos en que un lector anda metido al verlo, ojos en la página/pantalla, en un metro, en una sala de espera o en una parada de bus-. Leer le ha dado sentidos a mi cotidianidad durante casi toda mi vida. Esas derivas le han dado forma a mi circunstancia y, ahora, me llevan a buscar una nueva. Walser me dio la pista:
..."tentativa de ahondamiento en lo cotidiano".
Mirar lo cotidiano y hurgar en sus capas superficiales y aquellas no tan a la vista; intentar dar forma a algo que, en su fugacidad, se le resiste. Para Walser, el género para hacerlo era el feuilleton. No se trata del género francés, sino del alemán: "La palabra feuilleton, en los países de lengua alemana, designa también una forma de crónica que florece en dicha sección con el cambio de siglo: un género literario extremadamente abierto o subjetivo, que a primera vista no se define sino por su brevedad y por su lugar específico en el diario" (Peter Utz, en el prólogo a "Nouvelles du jour" que encontré en Tropismes, en edición de bolsillo de Zoé, Ginebra). Del diario al blogueo.
Y como el folletinear debe hacer honor a la brevedad...