Consejo para mí
por Louise Erdrich
Deja los trastos. Deja que el apio se pudra en el último cajón del refrigerador
y que esa costra de mugre percuda el piso de la cocina.
Deja las migajas negras al fondo de la tostadora.
Tira el tazón trizado y no arregles la taza.
No arregles nada. No remiendes. Compra ganchos.
Ni siquiera cosas un botón.
Deja que el viento haga lo suyo, y la tierra,
que invade en forma de polvo y luego a los muertos,
espumando en rollos grises bajo el sofá.
Háblales. Diles que son bienvenidos.
No guardes todas las piezas del rompecabezas
ni los zapatitos de muñeca por pares. No te importe
quién usa el cepillo de dientes de quién, o si las cosas
combinan, en absoluto.
Excepto por una palabra con la otra. O un pensamiento.
Persigue lo auténtico. Primero decide
qué es auténtico,
y luego ve tras ello con todo tu corazón.
Tu corazón, ese sitio
que ni siquiera piensas en limpiar.
Ese armario lleno de recuerdos salvajes.
No separes los clips de los tornillos de los viejos dientes de leche
ni te preocupes si otra vez vamos a cenar cereal.
No contestes el teléfono, jamás,
ni te pongas a llorar por algo que se rompe.
Un moho rosa va a crecer dentro de esos cartones sellados
en el refrigerador. Acepta las nuevas formas de vida
y habla con los muertos
que se cuelan por los mosquiteros, que se reúnen
con paciencia sobre los frascos de conservas y los libros.
Acumula tu correo, no lo leas, no leas nada
excepto lo que destruye
el aislamiento entre tu ser y tu experiencia
o lo que derriba o golpea o destroza
esa treta que llamas necesidad.
Versión de Cristina Burneo
Deja los trastos. Deja que el apio se pudra en el último cajón del refrigerador
y que esa costra de mugre percuda el piso de la cocina.
Deja las migajas negras al fondo de la tostadora.
Tira el tazón trizado y no arregles la taza.
No arregles nada. No remiendes. Compra ganchos.
Ni siquiera cosas un botón.
Deja que el viento haga lo suyo, y la tierra,
que invade en forma de polvo y luego a los muertos,
espumando en rollos grises bajo el sofá.
Háblales. Diles que son bienvenidos.
No guardes todas las piezas del rompecabezas
ni los zapatitos de muñeca por pares. No te importe
quién usa el cepillo de dientes de quién, o si las cosas
combinan, en absoluto.
Excepto por una palabra con la otra. O un pensamiento.
Persigue lo auténtico. Primero decide
qué es auténtico,
y luego ve tras ello con todo tu corazón.
Tu corazón, ese sitio
que ni siquiera piensas en limpiar.
Ese armario lleno de recuerdos salvajes.
No separes los clips de los tornillos de los viejos dientes de leche
ni te preocupes si otra vez vamos a cenar cereal.
No contestes el teléfono, jamás,
ni te pongas a llorar por algo que se rompe.
Un moho rosa va a crecer dentro de esos cartones sellados
en el refrigerador. Acepta las nuevas formas de vida
y habla con los muertos
que se cuelan por los mosquiteros, que se reúnen
con paciencia sobre los frascos de conservas y los libros.
Acumula tu correo, no lo leas, no leas nada
excepto lo que destruye
el aislamiento entre tu ser y tu experiencia
o lo que derriba o golpea o destroza
esa treta que llamas necesidad.
Versión de Cristina Burneo